Dos beatificaciones. El mismo legado pontificio en ambas. En una ninguneado por el cardenal local que asumió todo el protagonismo. En la otra fue, como era normal, el personaje principal.
Y no se diga que un cardenal prevalece sobre el arzobispo porque en Valladolid había varios purpurados. Y ninguno le echó a empujones. Por cierto, muy buena la homilía del arzobispo Amato.
Él fue, como correspondía a su papel de legado pontificio, el centro de la celebración. A su lado, el cardenal arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal y el nuevo arzobispo vallisoletano.
También fue enorme la diferencia en la respuesta de los fieles. En Mataró no llegaban a dos mil en el recinto del templo, en Valladolid 25 o 30 mil personas en un espacio público. También como para tomar nota.
El acto fue hermoso y muy bien transmitido por TV Popular. Para felicitar a la diócesis. Y que el nuevo beato influya arriba para que el Sagrado Corazón cumpla su promesa.
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