miércoles, 2 de junio de 2010

¿ VA POR AHÍ LA COSA ?

Publicado (1.6.2010) en una página web de IGLESIA.
No lleva firma, pero el escrito nos hace pensar....
Particularmente lo suscribo totalmente
Creo que una de las causas principales de la actual crisis eclesial está en habernos cargado una de las características de la Iglesia mantenida a lo largo de los siglos: su unidad. El "eodem sensu eademque sententia", el "semper idem", caracterizó a la Iglesia de Cristo a lo largo de los siglos. El "cambias," luego "yerras," jamás se le pudo aplicar. Todo lo fundamental viene de Cristo y a ello se ha permanecido fiel hasta ahora. El paso de los años no hizo más que aclarar o expresar mejor lo que era su depósito fundacional.
Quienes querían alterarlo se iban y en su pecado llevaban la penitencia. El cambio de un día se multiplicaba al siguiente en una proliferación de grupos que apenas tienen ya nada en común.
Pues esa maravillosa unidad de fe, de costumbres, de oración y de gobierno que atrajo a tantos extraviados a la Iglesia católica hoy se nos quiere presentar como una rémora insoportable de la que nos debemos deshacer cuanto antes. Pero quienes así piensan no se van o son expulsados como había ocurrido siempre sino que desde el interior de la Esposa de Cristo pretenden minar sus más firmes cimientos. Y lo peor es que quienes deberían defender a la Iglesia de esa labor de zapa observan inertes esa labor de destrucción.
Hoy se niega la Resurrección de Cristo, su presencia real en la Eucaristía, su divinidad, la virginidad de María, el cielo y el infierno, la liturgia y los sacramentos, el pecado y la autoridad de Pedro, en una almoneda tras la que nada quedaría de la Iglesia católica. Que aparecería como la gran mentirosa que durante dos mil años engañó a la humanidad.
¿Quién querría permanecer en ese fraude multisecular de abusos y mentiras? ¿Por qué seguir a alguien que no es Dios? Pensamientos elevados han sido propuestos por muchos y, aun reconociéndoselos en lo que valen, no se nos ocurre adaptar a ellos nuestra vida.
Qué necedad la de los mártires, qué insensatez la de los misioneros, qué absurdo el de las monjas de clausura…
Y también qué papelón el de esos teólogos dedicados a estudiar a un Dios en el que no creen y a proponernos un sucedáneo del mismo que no sirve para nada. Salvo para asegurarles su estatus de gurús de no se sabe qué.
Pues todo eso incomprensiblemente se consiente por quienes están precisamente instituidos para que eso no ocurra.
Yo entendería a todos ellos si fueran ateos movidos por el odio a Dios y por tanto a su Iglesia. Desde la Iglesia no les entiendo. Salvo que sean instrumentos del diablo para destruirla. ¿Va por ahí la cosa?

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