domingo, 19 de septiembre de 2010

IMPORTANTE HOMILÍA DE MONSEÑOR AMATO EN LA BEATIFICACIÓN DE MADRE MARÍA DE LA PURÍSIMA

"Ayer fue un día verdaderamente hermoso en Sevilla. Hasta la Esperanza Macarena quiso estar presente en la beatificación de la Madre María de la Purísima, Hermanita de la Cruz. Y monja extraordinaria en días dificilísimos.
Todo apuntaba a la liquidación de cuanto habían sido. Y algunas, muy pocas, dijeron que no. Dos de esas están ya en los altares. La madre Maravillas y la Madre María de la Purísima. Y sus monjas llenan sus casas. Las tocas blancas de las novicias de las Hermanitas de la Cruz eran una hermosísima seguridad de un mañana. De las otras, de las aggiornadas, nada se sabe. Salvo que sus casas están vacías. Cada día más vacías. A punto no pocas de cerrar.
Unas se equivocaron totalmente y otras acertaron del todo. Monseñor Amato lo dijo clarísimamente en su homilía. No pudo estar más claro.
Monjas así, o religiosos como Fray Leopoldo de Alpandeire, llegan al pueblo de Dios. Que los tiene por santos aun antes de que la Iglesia los declare. Esas monjas sin hábito y no voy a decir que sin otras cosas aunque las ganas no me faltan, no han llegado a nadie. Cuando desaparecen ha desaparecido la nada. Nadie las quiere, nadie las recuerda, a nadie se le ocurre incoarles un proceso de beatificación.
Monseñor Amato nos dejó un relato, forzosamente incompleto pero magnífico, de una monja extraordinaria. Qué Dios se lo pague. Y sus palabras, posiblemente hasta contra su voluntad, o no, vayan ustedes a saber, fueron una absoluta descalificación de tanta virgen necia que no tiene aceite en su lámpara. Y que con ella apagada se presentarán ante el esposo. Y lo peor, para algunas, es no sólo que llegarán sin aceite sino que convencieron a muchas de sus hermanas para que lo derramaran. Han sido las asesinas, sí, las asesinas, de sus congregaciones. Tal vez en algún descargo de ellas quepa decir que más que malvadas fueron estúpidas y siguieron lo que les decían otros religiosos que les llevaban a la ruina. Y pienso que estos más conscientemente.
Y algún detalle más de lo que he visto. El arzobispo Amato hizo la procesión de entrada como debe hacerla todo aquel que lleva báculo: bendiciendo. Estamos tan desacostumbrados a ello que, salvo las hermanitas de la Cruz nadie respondía como se debe: santiguándose. La comunión de las monjas fue también ejemplar. Inclinación de la cabeza ante el Cuerpo de Cristo y ni una sola comulgó en la mano".

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