«No habrá más misas hasta que la universidad pueda garantizar la seguridad de los estudiantes que quieran asistir a la liturgia». Es la decisión que adoptó la Universidad de Barcelona (UB) el pasado martes en una maratoniana reunión con representantes de la Iglesia, que comenzó a las cuatro de la tarde y acabó tres horas después.
La medida, que tiene carácter cautelar, se notificó oficialmente ayer a las partes implicadas. El decanato de la Facultad de Económicas de la Universidad, donde se encuentra ubicada la polémica capilla, avanzó también a los estudiantes y profesores católicos que «el gabinete jurídico del centro está elaborando un informe en el que analizará cómo puede protegerles de posibles altercados cuando vuelvan a celebrarse las misas». Entre las medidas que se barajan figura la instalación de una puerta en el pasillo de acceso a la capilla, donde los alborotadores realizan sus protestas.
Ayer, se celebró oficialmente la última liturgia antes de que se instauren las medidas de seguridad pertinentes. «Ojalá cada semana hubiera este ambiente», indicó a este diario M. B., una de las profesoras del centro que acude cada miércoles a la capilla. Sin embargo, ayer era diferente, ya que los estudiantes «progresistas», informados sobre el resultado de la reunión del martes, pensaban que no habría ceremonia.
La polémica, se desató el 10 de noviembre del pasado año —tres días después de la visita del Papa a Barcelona— cuando un grupo de estudiantes laicistas intentaron boicotear una de las misas que se celebran en la citada Facultad. La Universidad firmó en 1988 un convenio, aún vigente, con el Arzobispado de Barcelona, en el que se acordó que se destinara un espacio académico al culto católico.
Desde que empezaron los actos de protesta, las ceremonias religiosas se han oficiado bajo protección —agentes contratados por la universidad velan para que no haya altercados—.
El conflicto entre estudiantes «progresistas» y católicos se recrudeció un par de semanas antes de la llegada de las vacaciones de Navidad. El pasado día 15 de diciembre se llegó a una situación límite cuando unos cuarenta estudiantes irrumpieron en el recinto con móviles y bocadillos e impidieron que el sacerdote oficiara la misa. «Fue una situación lamentable», indicó a este diario mosén Luis Ramis, uno de los dos profesores que ofician las misas en el recinto universitario.
«Lo que ocurre muchos miércoles aquí, no tiene ninguna justificación», añadió el sacerdote.
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