sábado, 5 de junio de 2010

A LAS PUERTAS DEL CORPUS CHRISTI

Un escrito de Monseñor Francisco Gil Hellín, Arzobispo de Burgos, que nos situa a las puertas de la Festividad del Cuerpo y Sangre de Cristo.
"El pasado lunes leí una carta de sor Lucia, la Vidente de Fátima. En ella responde a un sacerdote preocupado «por la desorientación del tiempo presente». Sor Lucía le confirma que está «en la verdad cuando se lamenta que muchos se dejan dominar por la onda diabólica que esclaviza al mundo y se encuentran tan ciegos que no ven el error». Pero hace esta observación que a mí me ha impresionado: «Con todo, el principal error es que estos abandonaron la oración, alejándose de Dios, y sin Dios todo falla». Y le añadía: «Por eso, todos tenemos necesidad de intensificar nuestra vida de unión con Dios y todo esto se consigue por medio de la oración. Que nos falte el tiempo para todo menos para la oración, ¡y verá cómo en menos tiempo se hará mucho!». Y enfatizaba: «Recomiende esto a todos sus hermanos sacerdotes y lo experimentarán. Luego dígame si estoy equivocada».
Quizás alguno se sonría ante esta sencilla radiografía y exija un diagnóstico «más científico» de la situación actual del mundo. Yo me inclino ante unas palabras, ciertamente sencillas y descomplicadas, pero que brotan de un corazón enamorado de Dios y que, además, ha tenido la suerte de contemplar el rostro de la Virgen. Y me adhiero completamente a esta aseveración suya: «Estoy muy segura de cuál es el principal mal del mundo actual y la causa del retroceso en las almas consagradas. Nos alejamos de Dios, y sin Dios tropezamos y caemos. El demonio es astuto para saber cuál es el punto débil a través del cual ha de atacarnos».
Todo esto cobra una especial fuerza y sentido ahora que nos acercamos a la fiesta del Corpus Christi en este año sacerdotal que estamos a punto de concluir. Porque son los sacerdotes quienes hacen posible que los fieles puedan encontrarse cara a cara con Dios, en la Eucaristía.
Ciertamente que «en Dios vivimos, nos movemos y existimos».
Pero la Eucaristía nos da una presencia cualificadísima de Dios Encarnado. Tan cualificada, que entre la presencia que gozaron los Apóstoles y la que tenemos nosotros en la Eucaristía sólo hay esta diferencia: ellos veían a Jesucristo con los ojos de la cara y nosotros Alineación al centrole vemos con los de la fe; pero unos y otros estamos ante la misma Persona del Verbo Encarnado. Santa Teresa estaba tan persuadida de esto, que se extrañaba de que algunos cristianos se lamentasen de no haber vivido en tiempos de Jesús, como si sólo ellos hubieran gozado de su presencia.
Jesucristo espera, de modo ordinario, que vayamos a encontrarnos con Él en la Misa y visitándole en el sagrario. Pero el día del Corpus sale a nuestras calles y plazas para hacerse encontradizo con todos. Esta salida tiene el mismo objetivo que las que hacía en su vida mortal por los caminos de Galilea y Judea: bendecirnos, perdonarnos, animarnos, ayudarnos, curarnos como al ciego de Jericó, al paralítico, a la suegra de Pedro y a tantos otros.
Es lógico que nosotros respondamos a ese amor. Con nuestra presencia en la misa y luego en la procesión. También es lógico que nosotros le manifestemos nuestra alegría y nuestro agradecimiento, incluso con gestos externos: el canto, el silencio, la oración, los adornos en las calles y balcones, las flores, en una palabra: con todo ese conjunto de cosas con las que festejamos los grandes y gozosos acontecimientos.
Comparto plenamente la apreciación de sor Lucía sobre la situación actual del mundo y de la Iglesia: lo peor que nos está sucediendo es que hemos abandonado el trato con Dios. Por eso, el remedio de los remedios es encontrarnos con Dios hecho Eucaristía. En la Palabra y en la Hostia ofrecida, comida y visitada".

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