martes, 2 de noviembre de 2010

LA HERMANDAD DE LOS " FOSSORES " ENTREGADA AL CUIDADO DE LOS DIFUNTOS

Se llaman fossores (del latín, los que cavan) y son una hermandad religiosa entregada por completo al cuidado de los difuntos. Hace no muchos años llegaron a formar comunidades en los cementerios de siete ciudades españolas (Pamplona, Vitoria, Jerez, Huelva, Mallorca, Guadix y Logroño) aunque el desplome de vocaciones ha reducido su presencia a los camposantos de las dos últimas localidades. Duermen en las necrópolis o en algunas de sus dependencias añejas y sus jornadas transcurren dentro de sus muros. Ayudan en los entierros, consuelan a los familiares de los difuntos, cuidan las sepulturas y, sobre todo, rezan tanto por los que están como por los que no están

Cuando la eclosión mercantilista de Halloween amenaza con ensombrecer la tradición del Día de los Difuntos, la presencia de los fossores en los cementerios de Logroño y Guadix se convierte en un recordatorio de los rituales fúnebres asociados al antiguo cristianismo.
En 1952 un granadino que vivía como ermitaño en la sierra cordobesa quedó fascinado por la lectura del Libro de Tobías del Antiguo Testamento y, sobre todo, por la figura de Tobit, un muchacho al que la misericordia llevaba a enterrar a los muertos en contra de la voluntad de su rey. Ese fue el origen de la idea de crear una comunidad religiosa dedicada a poner en práctica dos de las 14 obras de misericordia que recoge la tradición católica: enterrar a los muertos y rezar tanto por ellos como por los que aún están con vida. Una entrevista con un sacerdote de Guadix, que a su vez hizo unas gestiones con altas instancias eclesiásticas, allanó el camino al ermitaño, que en 1953 se instaló con un compañero en el cementerio de la población granadina creando el germen de lo que más tarde sería la Comunidad de los Hermanos Fossores de la Misericordia.
La hermandad tuvo una muy buena acogida entre la población local y no tardó en llamar la atención de la sociedad de la época por sus peculiares características. Los fossores recibieron decenas de peticiones de ingreso y en pocos años la orden creció de tal forma que creó ‘delegaciones' en los cementerios de otras seis ciudades.
Fray Tobías, de 87 años, el hermano más veterano de la comunidad después de su fundador, se ha recorrido todos menos el de Pamplona. «Entré en los fossores con 30 años y desde entonces mi vida ha transcurrido en los camposantos; al principio estar tan cerca de la muerte te impresiona un poco, pero los hombres somos animales de costumbres y al cabo de un año es como si no hubieses hecho otra cosa en toda tu vida».
Al hermano Tobías, que está ahora en Guadix, no le gusta mucho hablar de sí mismo. «Lo mío es ir de las oraciones al trabajo y del trabajo a las oraciones», dice cuando se le pregunta cómo es su vida un día cualquiera. Tampoco es muy explícito a la hora de describir las razones que le llevaron a ingresar en la orden: «Entonces tenía 30 años y andaba buscando». ¿Y lo ha encontrado?, le pregunta el periodista suponiendo que se refiere a algún tipo de satisfacción espiritual. «Pues todavía seguimos buscando», responde con cierta sorna el religioso.
El veterano fossor comparte alojamiento con otros siete compañeros en una cueva horadada en un monte cercano al cementerio. Aunque los tiempos de esplendor de la orden pertenecen al pasado, la comunidad está este año de enhorabuena porque se han registrado tres nuevos ingresos, algo que no ocurría desde hace décadas. «De los tres que entraron a principio de año se ha ido uno porque la vida aquí se hace dura si no estás acostumbrado», explica Fray Tobías. Como todo aquel que quiere ingresar en una orden religiosa, el aspirante debe pasar un periodo de noviciado de un año antes de hacer los votos. «Después del noviciado se hacen los votos temporales durante tres años y luego, los definitivos».
Los votos a los que se comprometen los fossores son pobreza, obediencia y castidad. Las reglas se han relajado algo, ya que inicialmente todos los viernes tocaba flagelarse y dejar a un lado el colchón para dormir sobre una tabla con el único abrigo de una sábana. Durante su ‘jornada laboral' los hermanos visten una austera túnica marrón, un ‘uniforme' que forma parte del paisaje de los cementerios de Guadix y Logroño.

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