domingo, 6 de marzo de 2011

EL NUEVO ANTICLERICALISMO.

Algunos laicistas militantes sienten cierta añoranza de la litúrgia católica, sobre todo de sus valores estéticos. Por ello se explica que quieran conservar ciertas fechas del calendario católico, pero cambiando el nombre. Algunos llaman Solsticio de Invierno a las fiestas navideñas, como lo propuso un grupo de ERC del Eixample de Barcelona. Para otros la Semana Santa se denominaría Vacaciones de Primavera. Más sutilmente algunos ayuntamientos orillan en los anuncios luminosos la palabra "Bon Nadal" (Felices Navidades) por "Bones Festes"(Felices Fiestas) más neutras.
En ciertas escuelas prohíben recitar versos religiosos o construir un pequeño Belén. En cambio hacen un menú para musulmanes mientras, no lo olvidemos, nuestros laicistas descreídos se reían de los ayunos y abstinencias de la Semana Santa. ¡No hay que herir -arguyen- los sentimientos de los que profesan otras creencias!. Incluso intentan quitar cualquier connotación religiosa de la fiesta de los Reyes Magos.
Hace pocos años Joan Clos, alcalde de Barcelona, propuso una ceremonia de bienvenida municipal para cada nuevo barcelonés. Una especie de bautismo laico. El burdo proyecto cayó en saco roto. Pero el Ayuntamiento de Barcelona ha secularizado las dos fiestas mayores. La de la "Mare de Déu de la Merçè" es "La Merçè" y "Santa Eulàlia" es "la Laia". Su orígen religioso no interesa. A los laicistas -progres o no- en su miope sectarismo no les gusta que se manifieste que Catalunya es heredera de una tradición cristiana de hace 1700 años, que ha dejado no solo una Iglesia y unos creyentes, sino una huella cultural indeleble.
Las Arrels cristianes de Catalunya (Las Raíces cristianas de Catalunya) título de una pastoral de hace 25 años, que se ha conmemorado, siguen vivas, pero los prohombres o tribunas laicistas no la han recordado. Y el integrismo de extrema derecha, que sueña en el nacionalcatolicismo franquista, ha denigrado dicha pastoral. El nuevo anticlericalismo es ideológico y en algunos casos visceral, pero nos empobrece a todos porque nuestra identidad se fraguó en la cuna del Cristianismo. En el caso de Catalunya con el abad Oliba, de Ripoll, que es uno de nuestros patriarcas.

                                                                                     Albert Manent, historiador.
                                                                                  (La Vanguardia. Domingo 6 marzo 2011).



 

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