jueves, 10 de junio de 2010

¿ QUIEN ES LOLO, EL PERIODISTA QUE SERÁ BEATIFICADO EL PRÓXIMO DEMINGO ?

Traemos hoy a nuestro Blog esta persona entrañable. Me he ecordado de él en un día, como la Ascensión, que la Iglesia pide por todos los medios de comunicación, y le he rezado por los que de una manera o de otras nos asomamos al mundo por estas ventanas que nos ofrece Internet. Bueno es conocerlo un poco para aprender de su santidad y tenerlo como intercesor.
Cuando se presentó en Madrid la biografía de Lolo, el S.E.R. el cardenal Javierre decía: “Conociendo la predilección que nutre el Papa con los jóvenes y enfermos, cabe imaginar el gozo con que Juan Pablo II habrá de dar su bienvenida a Lolo, al hacer su ingreso en la Congregación de los Santos...”. Y añadía: “No es difícil suponer la alegría que le espera a Juan Pablo II viendo a un inválido ascender a la gloria de Bernini. Conviene que la Congregación de los Santos convierta las escaleras en rampas. No me consta de precedentes de una subida en silla de ruedas. Por ello me encanta pensar que la Providencia haya reservado a Lolo el privilegio de semejante primado”.
Pero ¿quién es Lolo?
MANUEL LOZANO GARRIDO, Lolo fue un joven de Acción Católica. Nació en Linares (Jaén) en 1920. A los 22 años una parálisis progresiva le sentó en un sillón de ruedas. Su inmovilidad fue total. Los últimos nueve años, también quedó ciego.
Pero Lolo fue un joven seglar, un cristiano que se tomó en serio el Evangelio, o como decía de él Martín Descalzo: “Se dedicaba a ser cristiano. Se dedicaba a creer”.
Tan en serio se tomaba el Evangelio que un día alguien (Hno. Robert de Taizé) se acercó a su casa. Lo vio. Lo oyó hablar. Miró aquel cuerpecillo agarrotado. Tomó la pluma y escribió en la pantalla de la lámpara que alumbraba desde el rincón la mesa donde Lolo trabajaba. “Lolo, sacramento del dolor”.
Pero este joven de A.C., que mantuvo la perenne alegría en su permanente sonrisa, “varón de dolores” y sin embargo sembrador de alegría en los cientos de jóvenes y adultos que se acercaban a él en busca de consejo, tenía un secreto: (“El secreto de Lolo”, es el título de la biografía infantil en comics publicada por Blanca Aguilar).
¿Cúal es el secreto de Lolo que le hacía vivir la alegría en el dolor?
Lolo había sido un joven amante del deporte y de la naturaleza; alegre en sus travesuras infantiles y más alegre aún en sus juegos de juventud cuando comenzó a abrirse a la vida, a desear “devorar” apostólicamente el mundo.
Se había formado apóstol en el centro de jóvenes de la A.C. de Linares por los años de la década de 1930. “Para él la A.C. lo era todo”. En la A.C. aprendió a amar con locura a la Virgen Nuestra Señora. De ella escribirá bellísimas páginas llenas de ternura y filial amor a lo largo de sus 28 años de escritor y periodista inválido.
En la A.C. curtió su fervor eucarístico que le marcó para toda la vida. Ahí quedan sus escritos sobre la fiesta del Corpus Christi o sobre el Jueves Santo o sobre el sacerdocio. Ya paralítico -desde el balcón de su casa situada justamente enfrente de las puertas de la Parroquia de Santa María de Linares, donde él fue bautizado y donde ahora reposan sus restos mortales- desde el balcón hacía un alto en sus trabajos de escritor paralítico y decía: “Ahora –frente a frente con el Sagrario- voy a echar con Él un parrafillo”.
Un enfermo que trabaja cada día.
Lolo “se hace” periodista y escritor. “Gano mi pan con el sudor de mi frente”, dice cuando recibe uno de sus múltiples premios literarios. Escribe 9 libros de espiritualidad, diarios, ensayos, una novela autobiográfica, y cientos de artículos en la prensa nacional y provincial... Lolo es un trabajador dolorido o un enfermo que trabaja de sol a sol. En su vida se mezcla año tras año, en una única trenza, el trabajo arduo y la enfermedad aguda. Pero en su vida, como su gran secreto, está la piedad mariana y eucarística, de la que brota un amor apasionado por la Iglesia y un apostolado incansable “sin moverse de su sillón de ruedas”.
Alegría contagiosa.
En su vida fue calando el valor del dolor como aceptación en paz y gozo de los planes de Dios. Entonces su vida de cada día, su contacto con las gentes, se convierte en alegría contagiosa. A los pies de la gruta de Lourdes, Lolo peregrino-enfermo, le dijo a la Señora: “Te ofrezco la alegría, la bendita alegría”. Y la Señora sembró y multiplicó en él la semilla de la alegría, del buen humor, que él trasmitía a quien se acercaba a su sillón de ruedas.
Su amor a la Iglesia.
Porque en Lolo, para concluir, hay que decir que se desarrolló día a día su amor a la Iglesia al compás del caminar de los días en que la Iglesia “estaba en Concilio”. ¡Con qué avidez “leía” ya ciego oyendo las crónicas y las reflexiones de los Padres y de los teólogos del Vaticano II y con qué profundidad penetró en el espíritu conciliar!
Dentro de unos días (12 de junio) será Beatificado Lolo en su Linares natal, por Monseñor Angelo Amato. Tendremos en el cielo un gran intercesor. Hay que rezarle para que la semilla del Evangelio llegue a todas las almas.
Juan García Inza

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